sábado, 8 de diciembre de 2007

DOS IDEAS DISTINTAS DE PROGRESO


Alberto BUELA
Al ingeniero Ramón Canalis, ocupado en estos temas
La idea de progreso sin fin es una de las ideas de la modernidad que se han quebrado con mayor resonancia. Ya nadie cree en su sano juicio que la humanidad esté progresando indefinidamente, sobre todo después de los dos bombazos atómicos, una guerra mundial con 40 millones de muertos en el centro de la culta Europa, con más de 100 millones de muertos producidos por el comunismo y más de 70 conflictos bélicos locales de alta densidad durante el siglo XX. Todo ello adornado con varios genocidios, desde el armenio en 1915 al africano de Darfour que desde el 2003 hasta el presente se come 10.000 muertos por mes. (1)
Sobre estos datos brutales, ¿puede el hombre renunciar a la idea de progreso? No; lo que hay que hacer es entenderla de otra manera. Dejar de entender el progreso como la urgencia de incrementar la riqueza material y pasar a entenderlo como equilibrio. Así sostenemos que debemos pasar de la idea de progreso como crecimiento y productividad a la de equilibro y sustentabilidad. Hay que asociar la idea de desarrollo material, con la que tanto tiene que ver la ingeniería, con las nociones de equilibrio sustentable. Hay que resolver la ecuación entre mayor calidad de vida, siempre reclamada por la naturaleza humana, y la preservación del entorno natural en que vivimos.

Hay un agudo sociólogo mexicano, Sergio Zermeño quien en un libro sobre La desmodernidad mejicana (2) platea la tensión entre estas dos nociones de progreso: la ilustrada y la postmoderna, que sostenemos nosotros. En realidad la idea postmoderna de progreso se enraiza en la idea premoderna de equilibro tan cara al pensamiento greco-romano que se desarrolló en todos los dominios bajo el lema de Solón Mhden agan(meden ágan)= Nada en exceso. Después vulgarizado en el apotegma: Todo en su medida y armoniosamente.
Ya pasaron tres siglos desde el lanzamiento de la idea optimista de progreso por parte de W. Penn, conocido como el Abad Pierre, en su trabajo Proyecto de una paz continua de 1712, en donde trabajaba en un programa de Gobierno Mundial. Luego esta idea fue retomada por filósofos como Kant en su libro Sobre la Paz perpetua de 1794 y más tarde ya a mediados del siglo XX por H. Kelsen en Derecho y paz en las relaciones internacionales de 1942, estos grandes teóricos seguidos de otros muchos más el apoyo irrestricto, a la idea de progreso lineal y continuado, por parte de los grandes grupos de poder como la masonería durante los siglos XVIII y XIX, y los aparatos del de poder del pensamiento liberal del siglo XX al que se le suma el progresismo ínsito en la teoría marxista, todo ello hace que la idea de progreso lineal, continuo y progresivo de la historia del hombre en sociedad, haya tenido vigencia durante los últimos tres siglos. Y fueran necesarias una serie de hecatombes ocurridas durante el siglo XX para que un reconocido teólogo protestante Jüngen Moltmann, exclamara horrorizado: "Los campos de cadáveres de la historia reciente, nos prohiben toda ideología del progreso".
Esta ideología del progreso fue, además, de hecho cuestionada y devaluada por la propia acción cómplice de la izquierda política que justificó los crímenes atroces de gobiernos reaccionarios como los de Stalin, Ceaucescu, Kim Il Sung, Pol Pot y tantos otros. También desde la izquierda a través del sociólogo no conformista Serge Latouche, con su idea de décroissance soutenable ou décroissance conviviale se alienta el abandono de la fe en el progreso indefinido.

El asunto consiste entonces ¿cómo llevar a cabo un progreso siempre necesario para el mayor y mejor confort del ser humano en vista a una mejor y mayor realización de su propia esencia, naturaleza o vocación sin caer en la explotación desmedida de los medios que el mundo le ofrece a la cada vez más desarrollada tecnología del desarrollo para el consumo y la fabricación de productos? Si algo es esta pregunta, es una pregunta filosófica que es demasiado seria e importante en orden al destino del hombre sobre la tierra para dejar que la respondan sólo los políticos, economistas y sociólogos. Los filósofos tendrían que hacer el esfuerzo de intentar responder esta pregunta liminar. Nosotros como simple arkeguetas nos animamos a destacar dos o tres ideas fuerza en torno a ella.
1) El hombre no debe renunciar a la idea de progreso sino que debe entenderla y realizarla como equilibro entre sus necesidades cada vez mayores y más complejas y su medio ambiente cada vez más deteriorado y maltratado. Para ello tiene que romper con el mito ilustrado de que toda reacción es mala. La imbecilización intelectual de lo políticamente correcto sostiene a raja tabla que reaccionario es el partidario de restablecer lo abolido por una acción progresista (ver revista Ñ de Clarín). Esta versión falaz, disminuida y limitada de la idea de reacción es la que ayuda y justifica, más que ninguna otra, al imperialismo y las multinacionales a devastar el mundo (ej. como lo hará la papelera Botnia sobre el río Uruguay) anulando y demonizando toda reacción. El reaccionario no es el troglodita que desea volver a las cavernas sino el hombre "reactivo", aquel que aún tiene sangre en las venas y puede reaccionar ante una injusticia. Y para ello necesita ser fuerte, apoyarse en la idea o virtud de la fortaleza, que se caracteriza más bien por el sustinere= el saber soportar, que en el aggredere= el agredir. En una palabra, la fortaleza de aquel que puede reaccionar consiste en que conserva la capacidad de rechazo, la fuerza para decir no a pesar que su causa está casi perdida.
Según el silenciado pensador colombiano Nicolás Gómez Dávila (1913-1994) en su libro Sucesivos escolios a un texto implícito: "Los reaccionarios le procuran a los bobos el placer de sentirse atrevidos pensadores de vanguardia. No son pensadores excéntricos, sino pensadores insobornables. La objeción del reaccionario no se discute, se desdeña". Al haber logrado eliminar la capacidad reactiva, de reacción demonizando la idea de reaccionario y además limitándola al ámbito político, lo que ha logrado el pensamiento único, aquel que nace de la Ilustración y llega a nuestros días bajo el nombre de progresismo, es transformar a los pensadores e investigadores en eunucos intelectuales, que se entretienen con los textos como pretextos para otros textos, mientras la dura realidad se les escapa a sus observaciones.

2) El hombre no puede renunciar a la idea de progreso pero no puede entenderla como un desarrollo lineal en donde lo último es siempre lo mejor y lo más apropiado para el despliegue de su naturaleza. Éste es el error del progresismo que ha entendido y asumido "la vanguardia como método" pues su gran temor es no aparecer nunca como antiguo, como viejo, como pasado de moda.
Esto lo vio y lo describió con gran agudeza Martín Heidegger en Ser y Tiempo hablando a propósito de los rasgos de la existencia impropia, uno de los cuales es la "avidez de novedades" que tanto caracteriza a la intelligensia.
La idea de progreso, según nuestra opinión, tiene que estar vinculada a la idea de equilibrio de los efectos. Progreso en la medida en que las consecuencias o efectos del mismo se equilibran de tal forma que puedo realizar nuevos progresos sin anular los efectos del primero. Esta es nuestra idea fuerza y le pido al amable lector que llegó hasta acá, que la relea. Esta idea de progreso que volcamos acá está directamente reñida con la idea de desperdicio, uno de los problemas más acuciantes de las sociedades desarrolladas.

(1) Hay que anotar además que el mayor genocidio del siglo XX, el ucraniano de los años 1933 al 35, producido, ordenado y llevado a cabo por la troika hebrea de Moissévitch Kaganovitch; Kalinine y Genrikh Iagoda al servicio de Stalin ocasionó más de 10 millones de muertos, todos ellos cristianos.
(2) Zermeño, Sergio: La desmodernidad mejicana y las alternativas a la violencia y a la exclusión en nuestros días, México, Ed. Océano, 2005
Lunes, 01 de Octubre de 2007 01:10
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SIMULACRO Y RESENTIMIENTO EN LA SOCIEDAD DE CONSUMO


Alberto BUELA
La simulación como mecanismo de dominio, lo hemos afirmado en otros trabajos (1), se aproxima cada vez más a la perfecta imitación; lo aparente ha logrado sustituir a lo real y verdadero.
El presente ya no es promesa porque el futuro nos ha alcanzado. Todo nos indica que el futuro es la profundización del simulacro en todos los niveles. Se ha enseñoreado la mentira en todas partes. Los gobiernos progresistas de todo el mundo levantan como bandera, en una actitud más declamativa que real, la "igualdad de oportunidades", oportunidades que al no abrirse ni brindarse por los méritos sino por acomodo, terminan penalizando a los bien dotados, que abrumados se retiran de la vida pública y política, en un repliegue que aprovechan los mediocres.
La impostura del progresismo al otorgar infinidad de derechos, pero de hecho incumplibles, que se compromete y obliga a respetar, pero que al no poder satisfacer transfiere la responsabilidad al ciudadano perjudicado para su cumplimiento. Así, la culpa es de la víctima que no supo hacer respetar sus derechos. Ellos desde el poder solo administran los conflictos, no los resuelven. Incluso se juzga a los criminales de la Dictadura Militar "como sí" fueran criminales. Y no por ser criminales. Incluso se les agrega el epíteto de "genocidas", con lo cual se bastardea además la idea de genocidio.

Es que para el progresismo la idea de simulacro le es consustancial a su pensamiento. Sin ir más lejos, cuando la futura presidente de los argentinos viajó a Francia y hablo del "genocidio de la dictadura", Sarkozy, principal instrumento del sionismo francés, ni la recibió y el lobby hebreo galo lo tomó como une boutade. Es que la seriedad del tema de genocidio y su carácter extremo y profundísimo es tal que, de hecho, hasta ahora solo ha sido reconocido en el mundo el holocausto judío de la segunda guerra. Ni el genocidio armenio, ni el de Biafra, ni el camboyano (2,3 millones de muertos en tres años) ni el mayor de la historia de la humanidad, el holondonor ucraniano con 10,4 millones) han podido ser declarados genocidios. Es que el progresismo usa y gasta los términos pero no produce ningún efecto a partir de ellos, sea para aplicarlos sea para anularlos. Se agota como Habermas en la comunicación, en el chamuyo diría un reo.

Con todo esto dicho, que son datos contundentes e inconmovibles, nuestro gobierno progresista sigue, viento en popa, acusando de genocidas a diestra y siniestra a cuanto personaje se le cruza por el camino. Hace unos días nomás le tocó al cura von Wernich, quien fue juzgado, no por sus convicciones políticas, ni por su participación en las torturas, ni por sus asesinatos sino que fue juzgado "como sí fuera un criminal" y no por ser criminal. La farsa, el simulacro llegó al límite que le asignaron un juez judío para juzgar a un cura, cuando es sabido, hasta por el más zafio, que eso es un sin sentido. Que existen prejuicios éticos-religiosos por parte del juez que cualquier incipiente abogado puede hallar y así pedir la invalidación del juicio. Se pasaron por el traste la tensión existente entre la Sinagoga y la Iglesia en el seno de la historia de Occidente. La saltean, no es tenida en cuenta, ni siquiera como dato menor. Un verdadero cambalache jurídico, político y teológico. ¿Cuánto puede durar esta condena?. Lo que un flatus (pedo) en una canasta. Pero no importa igual hay que simular. Y lo lamentable que las víctimas reales de la dictadura, lo toman por serio. Creen en semejante fantochada
Esto nos recuerda cuando el 29 de agosto de 1799, fecha en que murió el papa Pío VI prisionero de los franceses, los periódicos obedientes a Napoleón publicaron la noticia bajo el título: "Murió Pío VI y el último". Porque tanto Bonaparte como los jacobinos y la sociedad francesa ilustrada, pensaban que al desaparecer el Antiguo Régimen se cerraba un capítulo de la historia y desaparecía también la Iglesia. Es que el progresismo siempre ha tenido la tendencia a hacer finalizar un período de la historia y comenzar otro con ellos mismos. Así toda la historia reciente de España se resume en Zapatero y sus leyes de reparación histórica para comenzar desde cero. Esto es, para comenzar desde él mismo.
Con Kirchner pasa más o menos lo mismo. Se despiertan todos los demonios ocultos que encierra la sociedad para hacer "como sí" se los juzgara a través de juicios fraudulentos e inmorales, dejándolos luego en una especie de limbo o vida vegetativa, sin eliminarlos, con lo cual, estos demonios tarde o temprano vuelven a sus andadas. Desoyen el sabio consejo de Maquiavelo: "al enemigo no hay que herirlo; hay que matarlo". Ese gran filósofo que es Massimo Cacciari lo ha calado hondo: "los gobiernos progresistas de hoy se manejan con la idea de pax apparens administrando los conflictos pero no resolviéndolos".
¿Cómo terminó la parodia y simulacro del juicio de Napoleón a la Iglesia? Roma acogió y refugió en el palacio Venecia a Leticia, su madre y también a sus hermanos Luciano y Luis. Y además le envió al abad corso Vigco a Santa Elena para que le diera los últimos sacramentos. Es que el simulacro y la farsa, sobre todo en la justicia, no puede desplazar por mucho tiempo a la verdad. Porque la esencia de la justicia es la restitutio y cuando está mal administrada reclama eso: restitutio. Y los regímenes progresistas que piensan en todo momento comenzar la historia, lo que hacen es desarmar la historia para armarla ad hoc, en función de sus aspiraciones políticas. Ellos se manejan con la idea de "la historia que no pasa" de la que habla Ernst Nolte. Lo que explica el por qué de la exaltación actual de la memoria por sobre la historia y, por ende, la manipulación de la historia en función de sus intereses subjetivos y políticos.
Lo grave es que las víctimas de las dictaduras totalitarias y sangrientas cambian sus antiguos padecimientos por dinero, indemnizaciones o pensiones ad vitam. Quedando para toda la vida representando el papel de víctimas en uso del monopolio del sufrimiento, papel que no les deja lugar para el desarrollo de su propio ser íntimo, el de su propia índole. Y así van por el mundo y por la historia perorando acerca de sus padecimientos pero, casi nunca, pudiendo hablar de lo que realmente hacen, y de lo que realmente sufren y gozan en la vida que aún les queda por vivir. Seguramente, lo más cierto es que estos pobres seres, hombres y mujeres, utilizados por el progresismo sólo para justificar sus ambiciones políticas y de poder, me van a acusar en Argentina de defender al, políticamente, indefendible cura von Wernich y en España de defender al régimen franquista. Ante ambas acusaciones sólo me queda un recurso: váyanse bien al carajo. Pues si éste fuera el caso, solamente mostraría que la alienación de estos pobres seres ha sido total y completa. Los han dejado en condiciones de no entender absolutamente nada de nada. Reducidos a ser un "cacho de carne con ojos" cuya motor es el resentimiento, que nació, como dice Nietzsche "en el momento mismo en que no les dejaron hacer aquello que quisieron hacer".
Esta mezcla de progresismo y resentimiento nace en nuestras sociedades contemporáneas a partir de aquello que denominó Gonzalo Fernández de la Mora: la envidia igualitaria. Porque el resentimiento, que es un sentimiento tan sutil que hasta los alemanes han importado el término para designarlo en francés ressentiement, es como su nombre lo indica: un volver a sentir que expresa una emoción negativa, que podemos caracterizar como "rencor", entendido como un enojo retenido. Así pues, vinculados al resentimiento expresado en el rencor aparecen la venganza, la envidia, la maldad, el odio, la ojeriza, la perfidia. Motores emocionales que mueven, como sucedió con el jacobinismo napoleónico, al progresismo político de nuestros días.
No podemos dejar de recomendar sobre el tema del resentimiento el extraordinario, el libro, fuera de lo común, de Max Scheler El resentimiento en la moral (1924) en donde el filósofo desmenuza en sus mínimos detalles este sentimiento tan propio de la modernidad, que conforma esa turbia amalgama entre utilitarismo, negación de lo superior, impotencia vital, filantropía, subjetivización de los valores, socialismo cristiano y "el hecho de que el espíritu judío represente un gran papel como el más antiguo usuario del resentimiento" (p.204).

(1).- "Ensayos de Disenso", Ed. Nueva República, Barcelona 2004 y "Metapolítica y filosofía", Ed. Theoria, Buenos Aires 2005
Lunes, 12 de Noviembre de 2007 00:46

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"No saber leer es peor que fumar"

ENTREVISTA: MERCEDES CABRERA Ministra de Educación y Ciencia
JUAN CRUZ - elpais.com

Trata de evitar una interpretación catastrofista del Informe PISA, que ha sacado a la luz las debilidades de la educación española. Prefiere ver el vaso medio lleno -y mucho más lleno que hace unos años- que medio vacío.
Pregunta. ¿Cuál fue su sensación cuando recibió los datos?
Respuesta. Que recibo un retrato de la sociedad española. Estamos donde hace veinte años nunca pensamos que íbamos a estar: en el grupo de los países más desarrollados de la OCDE.
P. ¿Y esos resultados?
R. Si digo que son buenos se interpretará mal. Pero nos sitúan junto con la media de la OCDE, a centésimas de algunos de los que más respetamos y con los cuales queremos compararnos. ¿Mejorables? Por supuesto.
P. El ranking dice que son malos resultados.
R. Porque queremos ser los primeros, y me parece muy loable. Ojalá que el desafío de ser los primeros en educación fuera el desafío permanente de toda la sociedad española, no sólo cuando sale el informe PISA sino 365 días al año... Y no parece ser una prioridad, mire las estadísticas del CIS.
P. ¿En qué se fijó más?
R. En el problema de la lectura. Hay que verlo con cautela. No es el centro del análisis del informe PISA. Pero en comprensión lectora hay un descenso que hemos de mirar con precaución: es un descenso generalizado. ¿Más preocupante el caso de España? Probablemente.
P. ¿Usted no estará hablando como esos entrenadores que pierden y elogian al equipo?
R. Para nada. Pero sí me parecen injustos comentarios que se hacen sobre el sistema, con poca información, que no contribuyen a mejorarlo.
P. ¿Qué comentarios?
R. Como que estamos en el fondo de un abismo, y no es cierto. También se dice que estamos empeorando. Y no estamos empeorando. Para afirmar eso tendríamos que ver los informes PISA de hace veinte años, y no había. Asumo mi responsabilidad, pero lamento decir que muchas veces la responsabilidad social sobre estas materias se manifiesta de manera muy hipócrita. Nos preocupamos cuando sale el informe y sacamos los datos fuera de contexto.
P. Hemos bajado veinte puntos en comprensión lectora. Eso es muy malo.
R. No voy a quitarle importancia al asunto, que siempre nos preocupó; estamos haciendo esfuerzos, creamos bibliotecas escolares, hemos reforzado en la Ley Orgánica de Educación la obligación de la lectura, estamos haciendo un ejercicio de recuperación de esa lectura que se hacía y que quizá hemos dejado de hacer en las escuelas o en las casas.
P. Lo español se opone a lo finlandés. ¿Qué hacen ellos que no hagamos nosotros?
R. El informe PISA distingue por áreas; nosotros estamos en el área mediterránea, y ahí estamos por delante. Nos comparamos con los países a los que nos parecemos más por muchos motivos. Podemos compararnos con Finlandia. Es un ejemplo. Pero los propios responsables del informe han dicho que PISA no da modelos, y que un modelo trasplantado a otro sitio no funciona. Ahí hay un índice que evalúa el nivel educativo de los padres, el entorno social en el que el joven estudia, el número de libros que hay en las casas... Si aplicamos el filtro que significa ese índice, el sistema educativo español no sólo lo hace bien sino que lo hace muy bien. No hay modelos, hay referencias.
P. ¿Cuáles son?
R. Una es la autonomía de los centros escolares, que necesitan una identidad propia, la capacidad para adaptarse al tipo de alumnos que tienen, y otra es la calidad del profesorado... Y en esas direcciones vamos... Se va a poner en marcha el título de Grado, para maestros de educación infantil y primaria, y habrá un máster universitario para la formación de profesores de educación secundaria.
P. Dice que estamos en la cola en la preocupación por la educación. ¿Qué consecuencias tiene eso?
R. Tiene bastante que ver con la queja del profesorado del poco reconocimiento hacia maestros y profesores. Tenemos un mar de contradicciones sobre la educación; los grandes avances en la educación en este país se han producido en las últimas dos o tres décadas. Hemos tenido un gran colapso educativo que duró mucho tiempo.
P. ¿Ve posible un pacto de Estado sobre estas materias?
R. Si se quiere llamar así... El pacto entre los partidos tendría que consistir fundamentalmente en no utilizar la educación para tirarse los trastos.
P. A lo mejor están poniendo demasiados paños calientes y la sociedad termina diciendo: "Dicen la ministra y el presidente que no es tan grave". ¿Cómo se va a alarmar la sociedad si ustedes no están alarmados?
R. Lo que decimos es que no está empeorando el sistema educativo; no es cierto que estemos en el abismo. Y eso es lo que quiero que quede claro, y queda claro en el informe PISA.
P. Pero estamos en la mitad de la tabla. Como en el chiste, ni frío ni calor.
R. No es que no haga ni frío ni calor, o que estemos cerca del 500. Es que estamos junto con los países de la OCDE.
P. En un número bajito.
R. Y le doy toda la importancia, de cara al futuro, porque está claro que o sabemos leer y entender lo que leemos o desde luego que sí nos vamos a retrasar en relación con otros países. Hemos tenido un sistema educativo que hasta antes de ayer, porque 1991 es antes de ayer, no tenía la escolarización obligatoria a los 16 años.
P. ¿Qué sigue siendo malo?
R. La falta de flexibilidad. Y yo creo que lo peor del sistema educativo es la imagen que tiene, y que no se corresponde con la realidad. Debemos implicar a la sociedad. Siempre hablamos de Finlandia, pero es que en Finlandia hay una sociedad que ha entendido, desde hace mucho tiempo, que esa era la oportunidad de futuro.
P. Muchos titulares han hablado de fracaso y de culpa. ¿A usted le han preocupado más los titulares que los datos?
R. Me preocupan los datos, desde el principio; pero me preocupa mucho más que los titulares no se ajusten a la realidad. El sistema educativo español ha sido capaz de responder a los retos que ha tenido esta sociedad en los últimos 30 años. No ha fracasado el sistema educativo.
P. ¿Si usted fuera sólo profesora ahora analizaría igual los datos?
R. Pues sí, porque una de mis primeras reacciones cuando vi el informe PISA fue recordar algunos mapas que aparecen en libros de historia económica y de historia social sobre el proceso de alfabetización en España. Y recordé que hasta muy tarde tuvimos unas tasas de analfabetismo muy altas. Y que después de un enorme esfuerzo interrumpimos el esfuerzo a principios del siglo XX... Intentemos comparar los índices de fracaso con los que había antes de 1991, cuando la educación no era obligatoria hasta los 16 años.
P. "Los chicos no son capaces de leer tres líneas sin perderse".
R. Terrible sobre todo porque no saben lo que se están perdiendo. Yo creo que aquí tenemos una enorme responsabilidad todos. Todos. Y por supuesto el sistema educativo... Estamos en una sociedad en la que prima la imagen, los jóvenes tienen su propio lenguaje, el chat, el sms. Todo eso es una realidad que tendremos que incorporar a la explicación de qué pasa con la lectura.
P. ¿Y por qué ustedes no hacen una campaña para la lectura tan agresiva como la que la ministra Salgado hizo para que la gente dejara de fumar?
R. Probablemente hace falta una campaña de este tipo. Y lamentaría que la sociedad fuera menos receptiva ante una campaña de este tipo que ante la campaña contra el tabaco, porque quizá para la salud es peor no saber leer que fumar.
P. Por cierto, ¿cómo está usted de lectura?
R. Toda la que puedo. Y ahora mismo sí tengo que reconocer que leo fundamentalmente novelas.
P. ¿Y eso qué significa?
R. Eso significa que antes leía novelas y libros de historia, de ciencia política, de sociología, y ahora leo fundamentalmente novelas.
P. Cuando el presidente Zapatero le ha propuesto que siga, ¿qué le ha dicho?
R. Bueno, no sé por qué se da por hecho que me ha dicho que siga, pero bueno...
P. ¿Y si se lo dijera?
R. Cuando uno asume responsabilidades públicas es consciente de lo que está asumiendo. Y ha de seguir en esas responsabilidades mientras piense que se está cumpliendo con ellas. Y horizontes hay muchos.
P. Ministra, ¿el vaso está medio vacío?
R. ¿El de la educación? Medio lleno. Estaba medio vacío hace nada. Podemos seguir llenándolo.

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